Una luz cegadora y un olor a quemado les recubrió a la hora de salir del portal. Varias calles más abajo, las sirenas denotaban una situación de alarma.
Moriarty alcanzó a ver por encima de uno de los edificios las volutas de un humo muy negro. No podía ser otra cosa que un incendio. Pero ¿dónde?, se preguntaba Moriarty.
Carmine observó cómo dos policías caminaban en paralelo y en sentido contrario al suyo. Hablaban entre sí en un tono muy bajo. No obstante, Carmine pudo escuchar una frase entrecortada,“… es una tragedia.Todo el edificio se ha venido abajo”.
Agudizando su oído Carmine escuchó un nombre,” …¡Museo Británico!”
¿Podría ser cierto que un emblema de la historia se hubiese perdido en un instante?
Carrnine se acercó al oído de Moriarty y susurró precisamente ese nombre, Museo Británico. Moriarty esbozó una leve sonrisa de desesperación. Tanto para el como para Carmine el Museo Británico no era solo un museo. Era la sede de su grupo de estudio, el grupo tan sui generis del que todavía formaban parte.
Alli fue donde aprendió a discernir la auténtica Verdad. La de que el funcionamiento del mundo no era cómo se lo habían contado en los ambitos escolásticos. La de que el poder se detentaba en unas pocas manos, y a su vez desconocidas.
Moriarty: Debemos encontrar a Cordelia. Ella nos podrá orientar en este momento tan delicado. Fue ella la que dio impulso al grupo.
Carmine: Vayamos pues.
Los dos estimaron que era más seguro caminar hacia el Museo Británico.
Estaban seguros de que allí podrían encontrar a Cordelia ya que ella era la vigilante encargada de la seguridad interior del mismo.
Desde España: José María Agüeros es abogado, trader y amante del arte.
En su faceta de escritor vocacional, cada lunes nos deleita con un nuevo capítulo de la apasionante trama de Essaouira, La Orden del Ibis Negro.