El cuadro de Juan Planella, Los comuneros de Castilla, cedido en depósito por el Museo Nacional del Prado, se expone ya en la sede de las Cortes de Castilla y León
El cuadro Los comuneros de Castilla, del pintor Juan Planella, ya se expone en el vestíbulo de las Cortes de Castilla y León tras un proceso de restauración que se ha extendido a lo largo de un año y que ha estado bajo la supervisión del Museo del Prado. Los trabajos de recuperación del lienzo han contado con la colaboración de la Fundación de Castilla y León y han sido ejecutados por la empresa Patrimonio
Global como parte de la conmemoración del V Centenario de la Guerra de las Comunidades.
El óleo, de 455,5 por 760,5 cm, se ha presentado en sociedad tras un año de labores encaminadas a devolverle su esplendor original, un «reto» en palabras de Lucía Martínez Valverde, restauradora del Museo del Prado que ha supervisado la evolución de las tareas, debido a sus grandes dimensiones y al estado de deterioro en el que se encontraba. El acto ha tenido lugar a las 12.00 horas y ha contado con
intervenciones del director y distintos responsables de área del Museo del Prado, así como de las autoridades de las Cortes de Castilla y León, de la Fundación de Castilla y León e integrantes del proyecto ‘El tiempo de la libertad. Comuneros V Centenario’. Tras la proyección de un vídeo que recopila el proceso de restauración, se procedía a destapar el cuadro en su nueva ubicación, el vestíbulo de la sede del
parlamento castellano y leonés.
Galardonado con una medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes de 1887,
Los comuneros de Castilla representa la salida de Valladolid hacia el campo de batalla de los comuneros, con Juan Padilla y el obispo de Zamora, Antonio de Acuña, al frente. Adquirida al autor por un precio de 4.000 pesetas, durante casi un siglo peregrinó de la Escuela de Bellas Artes de Barcelona al Ayuntamiento de la Ciudad Condal y, más tarde, al Museo de Arte de Cataluña. Durante estos traslados, la obra fue desmontada de su bastidor y enrulada sobre sí misma, sin una estructura interior, lo que propició la aparición de distintos desperfectos. Sería en 1986 cuando se depositara en el lugar para el que había sido adquirido en origen, el Museo del Prado, donde se protegió la capa pictórica con un empapelado de papel japonés y cola de conejo que terminó por hacer necesaria la restauración.
El proceso ha consistido en la fijación de la capa pictórica y la eliminación de los pinzamientos y las deformaciones de la tela, cuyo reverso se ha limpiado y reforzado para evitar posibles desgarros. También se han dispuesto bandas de tensión y un reentelado flotante, justo antes de colocar el lienzo en un nuevo bastidor fabricado ex profeso en madera de pino de Soria sin nudos, aristas ni componentes metálicos,
con un diseño especial que permite soportar la tirantez y el peso de la tela en un cuadro de estas dimensiones.
Tras la eliminación del empapelado de protección y de los restos de cola, la restauración se centró en la limpieza de la capa pictórica, la regeneración de los pasmados del barniz y el estucado de toda la obra. La fase final consistió en una reintegración de la pintura con acuarela, un barnizado a brocha y una reintegración cromática final con un ajuste de barniz a spray.
La cesión de esta obra como depósito en las Cortes de Castilla y León se enmarca dentro del programa Prado Extendido, iniciativa impulsada por el Museo Nacional del Prado que busca fomentar la presencia y visibilidad de la colección en todo el territorio español, con el objeto de que esta colaboración se adecúe a los intereses de las instituciones receptoras, con el fin de estrechar la relación de estas con el Museo Nacional del Prado.
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