Essaouira, la Orden del Ibis Negro
Capítulo XXIII


Una mesa y doce sillas. En las sillas doce caballeros con indumentaria de etiqueta. Con aire relajado pero con la mirada atenta, sus ojos se dirigieron con automatismo hacia Moriarty y Cordelia. Disminuía la intensidad de los acordes del aria y se hizo el silencio.

Uno de los caballeros, el más cercano a la entrada, se levantó e indicó a otro de sus compañeros que hiciera lo mismo.

Los dos dieron un paso hacia atrás, dejando sus dos sillas vacías. Cordelia y Moriarty entendieron qué era ese su lugar.

Ambos se acercaron y se sentaron. Un leve rumor de susurros se desvaneció en un instante. Un anciano que presidía la mesa con protocolo inglés, cruzó sus manos y se dispuso a hablar:

Anciano: Estos dos caballeros que han dejado su lugar en esta mesa centenaria, no han obrado así por simple educación. Cómo podréis observar en el frontal de las dos sillas aparecen las letras M y C. Han sido grabadas con la finalidad de que sean ocupadas por ustedes. Nosotros, como El Claustro, necesitamos de su consejo y de su asistencia. Ustedes, de nuestra protección. Hace ya un tiempo que seguimos sus pasos, y sabemos que éste es el lugar que les corresponde. Nuestra civilización se hunde, como ustedes ya habrán comprobado. El Argumento de Autoridad y la Trascendencia del ser humano ya no juegan ningún papel en el tablero de las decisiones. Hoy por hoy el adocenamiento y el pensamiento romo en cuanto a la razón, son las columnas que soportan esta bóveda de ” débil inteligencia”.

Debido a todo ello, hemos tomado una decisión en Consejo.

Ustedes serán nuestras dos manos ejecutoras. Ustedes serán portadores del mensaje de un Nuevo Orden. El mundo se ha convertido en una pirámide invertida de decisiones. La inteligencia está perseguida. La equivocación, avalada por la mayoría, gobierna nuestras vidas.

Su viaje ya está organizado. Partirán pasado mañana hacia el destino prefijado. Hoy solo les queda descansar y prepararse mentalmente para su Santa Misión.

Moriarty y Cordelia se miraron el uno al otro. El anciano  elevó su mirada hacia ellos.

Anciano: ¡Destino el Vaticano!


José María Agüeros, abogado y escritor vocacional nos traerá cada lunes un nuevo capítulo de este folletín.

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