Un sublime retrato del Papa Pío IX abarcaba el frontispicio del salón. Su gesto y factura eran majestuosos. Cordelia, que era una gran cultivadora de los museos pictóricos, no recordaba haber visto aquel retrato en ninguno de ellos. Sin duda una colección particular resguardaba aquella belleza. Moriarty recorrió los pasillos de su ” biblioteca interior” y consiguió visualizar varios textos en los que se señalaba al Papa Pío Nono como impulsor del Concilio Vaticano I.
Aquel concilio en contraposición al Concilio Vaticano II, restableció la fortaleza de la infalibilidad del Papa, entre otras cosas. Separó la Razón del Espíritu, consagrando la imposibilidad de que a través de la misma, a través de la Razón, se pudiese alcanzar a vislumbrar las cualidades Divinas.
Ello impulsaba la preeminencia del Espíritu sobre la Razón, el gobierno ex cátedra et Imperium del Papado, y la argumentación en Dogma, de que la modernidad constituía un error en lo espiritual, y abocaba al mundo a su perdición.
Cordelia al sentir esta introspección por parte de Moriarty, le dijo:
Cordelia: ¿En qué piensas estimado amigo? ¿Ahora ves, como yo, que los seguidores del Concilio Vaticano I no estaban “durmientes”?
Moriarty: He de confesarte algo Cordelia. Seguro que no desconoces la existencia del documento Syllabus. Aquel en el que grandes próceres del Concilio, consagraron el dogma contra la modernidad. Pero no de una visión simple de la modernidad. Si no de aquella que se encaramaba por encima el mundo divino
Cordelia: Entonces, por lo que veo, Moriarty, eres depositario y representante de ese documento en el presente. Ese documento plasmado en un libro que yo pensaba perdido en el tiempo, pero que tengo la sensación de que en este momento se encuentra encima de esa mesa.
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Desde España: José María Agüeros es abogado, trader y amante del arte.
En su faceta de escritor vocacional, cada lunes nos deleita con un nuevo capítulo de la apasionante trama de Essaouira, La Orden del Ibis Negro.