Essaouira, La Orden del Ibis Negro
Capítulo XLII


Moriarty sintió un fuerte peso en sus rodillas.

Comenzó a tambalearse y a ver peligrar su equilibrio. La figura de Cordelia a unos metros le parecía difuminarse. Con ambos brazos consiguió acercarse a Cordelia.

Sin embargo parecía que en cualquier momento se iba a desplomar. Cordelia se dio cuenta de la situación y se giró con agilidad.

El cuerpo de Moriarty se hundió en un fuerte abrazo con el torso de Cordelia.

¿Qué podría haber pasado? Se sentía bien físicamente hasta ese momento. No había tomado ninguna sustancia ni comido absolutamente nada en horas.

Un velo negro de consciencia le cubrió los ojos y la mente durante un gran espacio de tiempo.

Un fortísimo dolor de cabeza centrado en sus sienes, le hizo volver a la luz.

Se encontraba en una habitación decorada totalmente en blanco. Ningún signo en las paredes. Y por mobiliario solamente una silla y una pequeña mesa redonda.

Todavía no podía distinguir los objetos perfectamente con su vista. Y menos aún a las personas. Lo que si pudo sentir en su mano derecha fue un fuerte calor. Le presionaba una mano delicada de mujer.

Agudizó la vista y en la escena se dibujó la imagen de Cordelia. Estaba a su lado. Sonreía levemente y esbozó unas palabras. Moriarty no pudo descifrar aquel mensaje. Sentía embotados sus sentidos y por supuesto su oído no acababa de descifrar aquellas palabras.

Moriarty levantó la mano para hacer saber a Cordelia que necesitaba que las repitiese. Cordelia se acercó a su oído escrutando su alrededor para no ser observada ni escuchada.

Moriarty abrió los ojos y se dispuso a oír atentamente.

Cordelia:» Estimado amigo Moriarty. Nos acaban de encerrar en esta estancia. Y por lo que he escuchado se disponen a juzgarnos. La sentencia que se dirime, es nuestra muerte».

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