Essaouira, La Orden del Ibis Negro
Capítulo XLVI


Moriarty se abrió paso a través del estrecho camino que conducía a la terminal privada internacional. Lo que distinguía esta entrada de una convencional era la inexistencia de grandes masas de personas esperando en el check in.

Aquí todo parecía estar programado.

No había familias, no había grupos de estudiantes, ni grupos de turistas.
Predominaban hombres elegantemente trajeados, con una pequeña valija o maleta de mano.

No eran viajes de largas estancias.

Eran viajes con un destino y un programa muy determinado. Todos ellos sabían muy bien cuál era su papel. Trazar un negocio, firmar un contrato, elaborar un plan, entrevistarse con una multinacional. En definitiva, tomar decisiones.

Moriarty no podía disimular su precariedad de ánimo. Aturdido, sin la presencia de Cordelia, con un cuerpo físico que no le respondía, con un salvoconducto y un maletín de los que desconocía su contenido.

Con un arma en su bolsillo interior. Y sin saber si la sentencia iba a ser ejecutada e iba a desaparecer de este tablero de juego.

¿Podría ser que Cordelia hubiese sido ya asesinada?

Esos pensamientos recorrían los caminos de su cabeza, cuando dos guardias de fronteras le dieron el alto.

Revisaron su documentación y le instaron a enseñarles el maletín y a ser registrado. Una gota de sudor rodó por su frente.

Sin embargo, y cuando ya pensaba que le iban a detener al descubrir su arma, uno de los agentes observó que el maletín disponía de una etiqueta impresa en su reverso.

Moriarty no sabía que es lo que había ocurrido. Los dos guardias le hicieron pasar entre las dos colas que existían en aquel momento. Le hicieron un saludo y le indicaron el número de la puerta de salida del hangar de su avión.

El destino y el azar eran a veces perversos y otras veces juguetones. Tanto en el documento como en la valija aparecía inscrito el sello “Diplomacy”.

¡Por una vez en aquella travesía y aventura se sentía invulnerable, intocable!

Se abrió la puerta del hangar que le condujo hacia las escalerillas del avión.

Dos mujeres con uniforme militar le recibían al pie.

” Bienvenido a su vuelo Maestro Moriarty”

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