Moriarty se alzó despacio y dirigió la mirada hacia los ojos del hombre obeso. En un flash instantáneo se miraron a la vez. La distancia era mínima. Su respiración era mutuamente acompasada.
Hombre obeso: “No se sorprenda amigo Moriarty yo le conozco desde hace mucho tiempo.”
La expresión de Moriarty era de una interrogante profunda. !! Para él era un perfecto desconocido” Era la primera vez que observaba a aquel personaje.
Se deslizó rápidamente por su palacio mental pero en ninguna de sus estancias podría aquel personaje tener ningún protagonismo.
Moriarty se había cuidado mucho de clasificar, en su gabinete privado de recuerdos, solo aquellos con una categoría intelectual elevada, o aquellos con caché cultural lo suficientemente exquisito como para relegar cualquier atisbo de mediocridad.
Sin embargo allí estaba. Un hombre ordinario, de educación rayana en lo más básico. Que se dirigía hacia él con una osadía impertinente.
Pero lo que sí era cierto es que no podía ser casualidad que se encontrarse en el mismo avión y con el mismo destino y a la misma hora fijada.
Moriarty intentó pergeñar unas palabras de saludo con educación:
” Buenos días señor… ¿Cómo es su nombre? Bien parece que me conoce desde hace tiempo sin embargo yo no logro identificarle. Ya puede disculparme”.
Hombre obeso: ” Señor Moriarty. Usted departió conmigo y con otros caballeros, en una noche de invierno en Lucerna, una tertulia interesante con respecto la posibilidad de la existencia, a día de hoy, de un Papa falso instalado en la cátedra de Pedro. Todos llegamos a la misma conclusión: este Papa tomó posesión de su poder espiritual en un Cónclave donde la “diplomacia oscura” decidió su nombre con trampa y falsedad. Es más. Usted bien sabe que el verdadero Papa, en estos momentos se encuentra encerrado en una de las estancias de la Ciudad Vaticana.”
Moriarty, desconcertado, hurgó en el bolsillo interior de su chaqueta. En su mano apareció un sello de la misma factura que el mostrado por el hombre obeso. Éste sonrió y estiró su brazo para, en un movimiento discreto, entrelazar los dedos de sus manos.
Moriarty escuchó un click a su espalda.
La mujer de las gafas de carey le apuntaba con un revólver.
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