Essaouira, la Orden del Ibis Negro.
Capítulo XXV


Moriarty y Cordelia tenían frío. ¡Habían ocurrido tantas cosas y en tan poco tiempo! Y ahora que descansaban por fin, la fría noche les arropaba. El quicio de la puerta sonó de nuevo y ésta se abrió. Uno de los caballeros que los había recibido les traería una bandeja con dos recipientes con aroma de sopa.

Aquello era lo que más les apetecía en aquel momento. Además, una fuente con verdura, varios panecillos, y dos copas de vino tinto. Un remanso de paz para todo aquel frenesí. Tomaron la cena sin prisa. Intercambiaron dos o tres frases de mera rutina. Cuando finalizaron, los dos tenían mejor aspecto.

Moriarty se acercó de nuevo al Itinerario de viaje. En un primer momento la traducción se le hacía lenta y trabajada. Al cabo de unos minutos ya poseía cierta elasticidad sintáctica.

Una noche en la vieja Inglaterra. Al alba partir hacia la costa. Embarcar en el navío “Tresilian”. Presentarse al capitán como los embajadores de El Claustro. Hacerle entrega del salvoconducto presente en el envés del diario…

Moriarty dio la vuelta al diario. En la contratapa, una lámina de bronce rectangular sellada con lacre. Desprendió el mismo, y al darle la vuelta pudo leer su contenido: “M y C. Enviados por el Cláustro. Plenos poderes de representación ante Su Santidad. Instamos el respeto que merecen, y sus órdenes son nuestras órdenes” Firmado, Maestre Juan.

Moriarty: ¡Cordelia! ¡Observa el dibujo!

Cordelia acercó sus ojos. ¿Cómo era posible?


Ahora, ¡también en audio!

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