Cordelia asintió no sin antes recordar que unos metros antes de la puerta de salida, una oquedad en la pared tapiada por una puerta de color blanco, tenía grabada en el pomo de llamada las letras L C F. Tomó del brazo a Moriarty y detuvo su caminar. Éste se vio sorprendido por el gesto tan brusco.
Moriarty: ¿Por qué nos detenemos? Sabes bien Cordelia que no tenemos un segundo que perder. El Vaticano nos espera. Nuestra misión allí es clara y la sensación es de peligro inminente.
Cordelia: He observado el fulgor de un grabado en el pomo/llamador de una puerta del pasillo. Y está en correspondencia con el mensaje: LCF. Este se desgranaba en la expresión Lu Ci Fer. Y ello es inquietante sin duda. ¡¡¡El Ángel Caído no puede dejarnos indiferente!!! Sin embargo debemos volver sobre nuestros pasos ya que en el grabado de ese pomo se decía algo más.
Un giro al unísono de sus cuerpos, y sus pies volvían en el tiempo sobre el pasillo de entrada. Unos metros por delante y en plena penumbra, una puerta con un estribo de bronce, les esperaba.
El Ronson plateado de Moriarty chasqueó, y una llama platino alumbró el metal frente a ellos.
Moriarty: ¿Lees lo mismo que yo?
Cordelia: Sí. Debajo del grabado LCF la inscripción es clara. Además de la referencia al Angel Caído, hay otra que, por las características de la hendidura del grabado es muy anterior.
LUX. CORDIS. FLAMMA.
En una vertiginosa traducción:
LUZ. CORAZON. LLAMA.
Moriarty y Cordelia abrieron la puerta. Aire enrarecido. Aroma a incienso, quizás mirra. Dos hileras de velas en paredes a derecha e izquierda a semejanza de un ejército de luz.
¡Lo que allí se les mostraba enmudecía el Alma!
Desde España: José María Agüeros es abogado, trader y amante del arte.
En su faceta de escritor vocacional, cada lunes nos deleita con un nuevo capítulo de la apasionante trama de Essaouira, La Orden del Ibis Negro.