Hay locales carismáticos por el público, por el ambiente, localización o por su dueño.
En este caso creo que los cumple todos, pero quizá venga todo dado principalmente por su dueño, Abel Álvarez, que ha convertido una pequeña pedanía costera muy próxima a Ribadesella, como Playa de Vega, en un lugar de peregrinaje para todo aficionado a la gastronomía y apasionados del mundo de la brasa.
Pues es Güeyu-Mar un lugar único donde probar el mar pasado por el calor de las ascuas. Y de entre los mares, resalta el Virrey que preside con orgullo el propio restaurante. Un pez de ojos saltones y labios de colágeno, que ni Esther Cañadas, y rojo del buen yantar a base de crustáceos.
Llegar no es fácil, pero conforme atisbas el horizonte viendo el mar, ya la cosa hace presentir que el viaje va a merecer la pena.
Una playa desierta ocupada por a penas 3 casas y 2 de ellas de Abel Álvarez y Luisa Cajigal. Güeyu Mar, el local más gastronómico y el antiguo Superman, ahora Miradoriu de La Playa de Vega, más informal para picar y pasar el rato.
Hasta en días grises, el paisaje encandila. Eso sí, no hagáis como yo y coged impermeable, que el viento y el frío pegan cosa fina.
Local cálido tanto por el calor de las brasas que uno puede ver desde la mesa, como por el trato, otra seña de identidad. Chema Batalla hace un trabajo fabuloso como sumiller y jefe de sala.
Los pases son sencillos. Platos alejados de complejidades con armonías simples. En mi caso, yendo todo a carta y siguiendo los consejos de Chema, empezar con lateo elaborado en casa, con unas sardinas braseadas y en escabeche. Ostra con jugo de navaja. Salpicón de bogavante impresionante, bogavante y vinagreta, no necesitas más para probar un salpicón muy difícil de igualar.
Berberecho XXL a los que elimina el primer agua y concentra más el dulzor del molusco, y la pieza de virrey con verduras braseadas, generalmente solo para 2 personas, pero hubo suerte para poder probarlo.
El Virrey, como el salmonete de roca, concentra sabores que recuerdan a lo que comen, mariscos, tersura en el lomo y sabor a marisco, ¿qué más se puede pedir?
Como postre Gamoneu de su familia, un queso local de gran potencia, un complemento ideal a una gran comida. Como digo, poca complejidad, pero es que muchas veces lo sencillo es más meritorio porque no se encubre nada, es el producto el que habla, la madera, el humo… elementos sutiles que se reflejan en el resultado final.
La bodega va a juego, amplia y plena de referencias interesantes en espumosos y tranquilos, con esa deriva al natural, que a mi me resulta tan apasionante (casi hasta el hartazgo).
Pero es que abrirse a esta forma de elaboración y que los restaurantes hagan de escaparate me parece el camino más natural. Viviendo como vivimos, rodeados de contaminación, buscando la explotación máxima del terreno en contra de la calidad… cambiar el modelo hacia productos más respetuosos que van a reflejar el cuidado del cultivo en el resultado final es la misma filosofía que predica Abel.
Es un ejercicio de coherencia. Además es muy divertido hablar con Chema y el pique que tiene con Juan Luis, sumiller de Casa Marcial en Arriondas, al respecto de los vinos naturales.
Juan l. helbenso
Así pude empezar con un Jerez como Encrucijado, descubrir una verdejo atípica como Michiko, producida por Esmeralda Garcia, y luego ya en sobremesa probar por primera vez Tscheppe o beber Les Foes de Castellón de mi amigo Roger Díaz.
Y como decía al principio, Güeyu lo es por Abel, una persona impulsiva y decidida, que de forma autodidacta ha desarrollado una relación especial con la brasa llevándolo a terrenos para crear otra vía de negocio como son las conservas braseadas, que acercan a casa un poco de Playa de Vega.
Un amplio repertorio de conservas de mejillones, navajas, berberechos… que durante el encierro por la pandemia ha alegrado el aperitivo más de un día, y que ahora está hasta disponible en los escaparates de Gourmet de El Corte Inglés, aunque yo prefiero comprarlo a la web Conservasgueyumar y evitar intermediarios.
Envío rápido y eficaz, en 48 horas en casa.
Tienes aperitivo con el que quedar bien en casa y además una iconografía de sello propio, con las aventuras de sardinas fakir, calamares de otro mundo o mejillones que pueden volar, como vuela la imaginación de sus creadores.
Recuerdo muy bien la sobremesa de ese día, hablando de lo humano y lo divino entre Abel, Chema y yo, vino mediante convirtiendo un día gris en uno diáfano, entendiendo el por qué de su forma de hacer y su forma de ofrecer lo que ha aprendido a hacer.
El carisma de Abel impregna todo lo que le rodea, maestro del virrey y hacedor de milagros, que hasta los mejillones vuelan.
Dirección: Güeyu-Mar, Playa de Vega 84. Ribadesella (Asturias)
Precio: 80-100€
Desde España: Juan López.
Aficionado que investiga y explora uno de los placeres de la vida, el placer de la buena mesa.
Sus recomendaciones y reseñas gastronómicas nos inspiran cada semana.
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